¿Perdidos o no?/ Por María Sandoval

Una vez viviendo en India, país al que nos trasladamos para acompañar a mi hija quien iba a trabajar a ese lejano país, mi esposo y yo nos aventuramos a recorrer la ciudad en la que vivíamos: Nueva Delhi, no sabíamos más que cuatro palabras en inglés lo que representaba todo un reto y por esto usualmente salíamos acompañados. Sin embargo, un domingo decidimos que iríamos a buscar la iglesia católica para escuchar la misa, no teníamos cómo avisarle a nuestra hija, por lo que simplemente tomamos un “rickshaw”, medio de transporte muy fácil de usar y muy barato y con nuestras 4 palabras y muchas señas logramos que el conductor nos llevara a nuestro destino. Lo pasamos súper bien, hasta compramos algunas artesanías que vendían a la salida de la misa, nos sorprendimos con las vacas que deambulaban y vimos como el sol se despedía haciendo más coloridos los saris de las indias que volvían a sus casas. Al anochecer, de regreso, nos encontramos con un montón de gente y mi hija echa un manojo de nervios, pues no sabía que había pasado con nosotros. Asustada bajó todos los santos y llamó a todos los amigos por si alguno tenía noticias de nuestro paradero. Ya iban a salir en nuestra búsqueda! ¿Dónde estaban? ¿Qué les paso? Y tras interrogarnos y asegurarse de que estábamos bien, nos sentenció de que debíamos avisarle cuando salían y a dónde y entonces nos compró un celular. Después de todo quedaron risas y recuerdos de esa experiencia en India, un país muy querido y admirado para mí.

*Las historias reflejan las perspectivas y opiniones de sus autores y autoras.