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Museo cerrado 15 de abril y 1 de mayo
SJ, Bajos de la Plaza de la Cultura, entre AV 0 y 2, calle 5.
Museo cerrado: 14 agosto
SJ, Bajos de la Plaza de la Cultura, entre AV 0 y 2, calle 5.

Pinolillo, tortillas, pinto y café/ Por Osmar Martínez

Durante el año de 1990 decidí abandonar mi país para aventurarme hacia Costa Rica tenia un poco de incertidumbre por lo que podía acontecer en el camino, pero aún así tome la decisión sin dar un paso atrás me despedí de mis padres y familiares los cuales me dieron su bendición me alistaron unos cuantos alimentos para el camino, luego de eso me dirigí al bus que viaja de Chinandega hacía la frontera.

Cuando subí al bus había una señora y su hijo sentados en la parte de adelante . Ella me sonrío y me dijo: Hola joven¡! Si quiere se sienta aquí para que no este tan solo atrás, a lo cual asentí y me quede con ellos compartimos por varias horas el motivo por el cual iba hacia Costa Rica ella me dijo que quería mandarle un poco de dinero a sus padres los cuales se encontraban enfermos. Yo le dije que yo iba hacer varias cosas pero no le di muchas explicaciones ya que apenas la conocía. Estaba emocionado cuando vi que llegamos a la frontera.

Caminamos por largas horas, la comida se iba agotando al igual que se fue oscureciendo. A las 7 de la noche pasamos la frontera de Cañas Blancas. El coyote que nos dejó a unos 200 m de una finca, la cual se hacia un poco visible por la luz de la luna, seguimos avanzando pero él niño comenzó a llorar. Estaba cansado de tanto caminar, por lo cual decidimos descansar un poco. Nos sentamos debajo de un árbol, ella sacó de su bolso unos vasos y un poco de comida que les quedaba.  Yo saqué unas tortillas y un pinolillo que me habían alistado antes de salir por aquello me dijo mi padre si quedas con hambre llevas algo de más. Ese día, mi madre las había hecho tan grandes que parecían ruedas de carreta sin exagerar.  Ese queso estuvo tan rico que no dejamos nada.

De un momento a otro escuchamos el aullido del coyote, el cual nos asustó; pero el que nos hizo levantarnos y correr fue un tigre y corrimos en dirección a la casita de la finca para protegernos. Para mala suerte, cuando llegamos tocamos y tocamos pero nadie nos abrió. Lo bueno fue que nos quedamos debajo del techo de la casa, nos sentíamos más seguros. Descansamos un poco teniendo cautela de que nada se nos acercara pero al pasar las horas nos quedamos dormidos por el cansancio.

Al día siguiente, a las cuatro de la madrugada y con el canto de los gallos, nos despertamos. De pronto vimos como un perro iba saliendo detrás de unos árboles que estaban rodeando la casa. Comenzó a ladrarnos y ladrarnos, pero el muy cobarde en la noche no salió. El señor de la casa, al escuchar los ladridos del perro, abrió la puerta y salió con una escopeta en la mano. Al mirarnos nos dijo: ¿ustedes son nicaragüenses, no saben que andar de noche es peligroso?

Pasen a la casa.  Llamó a la esposa,  la cual salió de la cocina. Nos sonrió y nos dijo que se llamaba Ana. Nos dio café caliente y pinto como ella decía. El pinto y el café nos ayudo a matar el frío de la madrugada. Cuando se hicieron las 6, el señor nos dio la dirección para llegar a la parada de buses que venían hacia San Jose.  Nos despedimos, les dimos las gracias por vernos ayudado. Tomamos el bus y al llegar al destino me despedí de la señora y su hijo.

*Las historias reflejan las perspectivas y opiniones de sus autores y autoras.

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